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EL DUENDE

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  En la curva existe un pequeño bosque que posee una extraña mezcla de árboles entre jóvenes y viejos. Existe una lámpara que es insuficiente para la niebla espesa que predomina en la noche. Los perros ladran furiosos y desesperadamente, como si presintieran algo sobrenatural que solo ellos pueden ver o sentir. Cuando se acerca la media noche, los perros comienzan a aullar ya ladrar. No se escucha ni una sola voz de los dueños ordenen que callen. Existen momentos de silencio que generan un clima de tensión como si pactaran una tregua. Mientras el viento golpea los techos, el frío se siente hasta los huesos. Cuentan los vecinos que en el bosque viven un duende que sale a buscar personas para llevárselas a un mundo desconocido. Por medio del engaño, les ofrecen monedas de oro y con su brillo en medio de la oscuridad, es una trampa perfecta para el avariento o el curioso. Cuentan que el duende resultó ser pelotero, que de vez en cuando lo han visto jugando en la cancha. Teniendo como públ

NOSTALGIA

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       Las viejas casas de caña y tabla. De las plantas de almendras se colgaban hamacas para refrescarse del calor o simplemente, tomar una siesta. Los niños jugaban en las veredas y en calles de tierra con las patas al suelo, mientras el paisaje se perdía lentamente en la cotidianidad del barrio.       Pero luego, las casas viejas fueron remplazadas por cemento, hiero, ladrillo y bloque. Las veredas quedaron sobre el nivel de la calle ya no por una cuestión estética, sino para que el agua de la lluvia no ingrese a sus casas.       La naturaleza no tiene control. En ocasiones el barrio sufrió inundaciones llegando el agua hasta las rodillas. Los más pequeños imaginaron encontrarse en medio de una piscina. O mejor aún, creyeron estar en el mar viendo pasar ballenas, peces, delfines, tiburones, y por qué no, sirenas.       Niños y adolescentes caminaban sin zapatos por las calles, ya de tierra, ya de cemento, jugando entre ellos para escapar de su triste realidad. A pesar de ello el ba

AMARGO ADIÓS

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En algunas ocasiones se parte de un lugar y solo continúa el camino trazado. En otros simplemente se improvisa la ruta. Al partir nunca piensas en lo que dejas atrás. Crees volver pronto a los afectos, a las metas, rutinas, mezclando sentimientos y proyectos. Al arrancar el camino no se ve el cemento, solo se ve lo vivido. Y un día encuentras a esa persona especial para jurarle amor eterno sin importar dejarlo todo para comenzar de cero. Recuerda ahora el día a día con quien recorrió de su mano la orilla del mar, despertaron amaneceres y caminaron atardeceres, cenas con copas de vino, rabiar, enojos, risas, miradas y lunas nuevas. Hasta que el día amargo llegó y se terminó para siempre lo ellos llamaban amor. Llego el momento de la partida con lágrimas en los ojos, con el abrazo tan eterno como momentáneo los cuerpos se fundieron, ya no hay vuelta atrás y se aleja en un día de otoño sus dedos se separaban anunciando un amargo adiós.

APAGARON SU VOZ UN 17 DE FEBRERO DE 1.999

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Vio a Jaime Hurtado González, por primera vez, cuando era niño y no se olvida de aquel día que caminaba por una calle de veredas angostas, lo observó tan sencillo, tan humilde, tan solidario, luciendo una sonrisa que alentaba a creer que otro mundo es posible. No olvida el día en que lo mataron las balas criminales de la burguesía. No olvida lo mucho que lo lloro. No olvida el día anterior de su asesinato, que pidió la palabra en el Congreso Nacional del Ecuador, "quiero hablar hoy y no mañana, señorita Presidenta" (se refería a Tina Tacury, presidenta encargada). No puede olvidar su muerte, se le puso la piel de gallina y las lágrimas rodaron por sus mejillas como gotas de lluvia sin parar. No puede olvidar al escuchar “por fin mataron al negro comunista” y no puedo comprender tanto odio. Ese día camino por las calles con el alma desolada. En la sede política encontró con sus pares, lloraron, se abrazaron sin ser conocidos, les hermanaba el mismo sentimiento. Al rato pa

REENCUENTRO

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         Imagen de la primera obra presentada en           el Teatro de la Casa de Cultura del Cañar,          de regreso a la nueva normalidad.          Foto: (J.P)           El teatro los asientos vacíos se comienzan a poblar. El lugar toma vida nuevamente y algunas personas se reconocen y se saludan. Hace mucho tiempo que no se ven a causa de pandemia. Las luces del teatro se apagan, se escuchan palabras de bienvenida y agradecimiento. El público espera con emoción el inicio de la obra. Todo queda en silencio y solo una luz apunta al centro del escenario. Las miradas atentas, los lentes de las cámaras fotográficas listas para tomar su mejor cuadro, uno que otro teléfono móvil espera captar una imagen. La función empieza y el telón se abre. Se escuchan los pasos en las tablas, suena la música, la voz del actor se oye en la historia de un hombre que regresa a su pueblo después de haber terminado la universidad. Llegaba victorioso ante su familia y amigos con las letras de su especia

CASUALIDAD

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Tomó asiento para oír sus versos que luego compartieron toda la noche. El frío, la oscuridad y esa flor les acompañaron como testigos del acontecimiento. El amanecer llegó anunciando el fin del encuentro soñado de la adolescencia. Sus ojos soltaron lágrimas, sus manos entrelazadas se negaban a separarse queriendo que la noche nunca terminara. Pero la realidad denunciaba que el amor no podía ser. Un beso y un abrazo sello la despedida de dos seres esperando que la casualidad de la vida los vuelva a encontrar.  

LA CANCHITA

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Un desconocido transita las calles del barrio, observa, se sienta en la vereda. Mientras ve pasar gente de forma apresurada en su mundo individual, a pesar de vivir en una sociedad colectiva, los autos pasan a gran velocidad. Mientras todo esto transcurre, él sonríe. Se levanta, camina hacia la tienda, pide un bolo con pan y se vuelve a sentar en la vereda con su nueva compañía. Las personas lo quedan viendo, se asoman por las ventanas y murmuran entre sí. Empiezan a hablar de la persona extraña sentada en la vereda, y sin comprender por qué, él sonríe al preguntarse por qué hizo esa compra común, pero extraña a la vez. Un bolo con pan que de niño compartía con sus amigas y amigos del barrio, cuando se juntaban en la vereda a platicar cómo les fue el día en la escuela, lo difícil o fácil que resultó ser la tarea, que vieron en la televisión, que escucharon en la radio y que revistas habían leído (casi todos habían leído Condorito, una revista popular de la época, que cuando el vecino